Wednesday 4 April 2012

JAD

Un día bien aprovechado. He tenido la oportunidad de dar una conferencia en el IES José de Ribera de Xátiva, en el marco de la Semana Cultural del centro, invitado por su profesor de Economia, Emilio Sala. No creo haber contado nada que los asistentes no supieran ya. Que la crisis fue el resultado de una serie de desequilibrios generados durante el extraordinario periodo de crecimiento de las últimas dos décadas, combinados con una deficiente regulación del sector financiero, en particular en lo referente al crecimiento desbocado de crédito, a la asunción de riesgos y a la excesiva interconexión entre entidades que dio lugar al contagio.



A partir de ahí, ¿Por qué en Europa? Bajo la apariencia de ser una región macroeconómicamente muy presentable por su nivel de deuda pública y déficit exterior -al menos en comparación con otros países desarrollados como Estados Unidos, Japón, etc- la Unión Monetaria Europea y por extensión la Unión Europea en su conjunto esconden unos enormes desequilibrios entre los países miembros. Estos desequilibrios se manifiestan sobre todo en el excesivo nivel de endeudamiento exterior de Grecia, Irlanda, Portugal y España. Y para corregirlos Europa tendrá que acertar con un sistema de gobierno común más eficiente que el que hemos seguido hasta ahora, algo en lo que ya se está mejorando. No es tiempo aún de los Eurobonos –ya lo será más adelante- y el Banco Central Europeo nos está echando una buena mano con su financiación a los bancos. Sin embargo el ritmo que nos están imponiendo para reducir el déficit es un tanto asfixiante. Es necesario ir en esa dirección, pero más despacio. Mientras tanto habrá que insistir en las reformas estructurales para hacer las economías del continente más productivas y que se aproximen en sus estructuras productivas y por tanto en renta per cápita.
Y para terminar España. Nuestro país es el ejemplo de libro de un periodo parcialmente desaprovechado en el que el extraordinario impulso que supuso la creación del euro y la integración económica -con la correspondiente reducción de tipos de interés- no se canalizó hacia actividades más productivas y con demanda mundial elevada. Nos endeudamos mucho porque era muy barato, pero para hacer las cosas equivocadas. El sector financiero se especializó en el crédito al sector inmobiliario y el aumento del precio de la vivienda atrajo a muchos capitales que deberíamos haber invertido en otras cosas. Este proceso se vio favorecido por un mercado de trabajo con una elevadísima temporalidad que ha atrapado a miles de trabajadores en una rotación que les impide formarse y tomar decisiones de ahorro y de gasto de más largo plazo. Cuando el endeudamiento no pudo mantenerse, la demanda se vino abajo y la consecuencia es conocida. Por tercera vez en treinta años la tasa de paro en España supera el 20%, además todos los ajustes ante caídas de la demanda se hacen vía despidos, sin explorar otros mecanismos que han servido para moderar la caída en el empleo en otros países. El mercado de trabajo español “está enfermo”, como escuché en un seminario a un representante de un organismo internacional, y una reforma laboral era necesaria. No es la única, igualmente urgente lo eran la reforma financiera y la fiscal que ya están en marcha.
No sé si el gobierno habrá acertado esta vez con la reforma laboral. Va en la dirección adecuada en lo referente a la negociación colectiva y a favorecer que las empresas puedan afrontar situaciones difíciles ajustando horas trabajadas y salarios, en vez de destruyendo empleo. Pero no resuelve el problema de la dualidad de los contratos temporales frente a los indefinidos –¿alguien puede explicarme quién teme
al contrato único que algunos economistas propusimos hace años?; además reduce sustancialmente el coste del despido procedente, lo que en momentos de crisis puede perjudicar al empleo, y no aborda satisfactoriamente el incentivo a la contratación, centrándose en las subvenciones cuya eficacia ha sido siempre, más que dudosa, en vez de destinar dinero a la formación de trabajadores jóvenes y parados.
Y para terminar, ¡cómo no!, la educación. Es el bálsamo de Fierabrás, la solución a todos los males y el Instituto José de Ribera era el mejor sitio para recordarlo. Es buena para el país porque aumenta la productividad de su fuerza laboral, es buena para el individuo porque mejora extraordinariamente la probabilidad de encontrar un empleo y sus ingresos y es el mejor instrumento para combatir las desigualdades económicas.
Gracias a la dirección del IES José de Ribera por invitarme a este acto y en especial a Emilio, y por supuesto a los estudiantes que han tenido la paciencia de escucharme durante casi una hora. Ah, y por si fuera poco un plus: me he reencontrado con amigos a los que hacía algunos años –mejor no pensar cuantos- que no veía y que están en plena forma. La verdad es que ha sido un día muy bien aprovechado. Ahora me voy a la radio que me esperan Gemma Nierga y Santiago Niño en La Ventana.

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