DOMÉNICO FOR EVER
Pasa el tiempo y los sentimientos perviven. Doménico sigue presente en
nuestro recuerdo y en nuestras emociones. En su honor va esta glosa, aunque a
su sencillez de gran amigo le gustara tanto estar en la sombra del halago. Va
por ti, amigo, a quien y con quien -como dijo un poeta de estas tierras- hemos
querido tantas cosas.
Allá por la segunda mitad de los ochenta conocí a Doménico en mi primera
visita a Guijuelo. Doménico, chico de pelo negro y de bigote bien esculpido,
entró en el restaurante y, con su don de
gentes y de hospitalidad, jovialmente saludaba a clientes y recién advenedizos,
como yo, incorporándonos a su relación de amigos. Muchas gracias, amigo, por
haber sido mi amigo y haberme dejado ser tu amigo. Recuerdo ese primer
encuentro como el primer fundamento de tantos encuentros, siempre de auténticas
vivencias compartidas. Yo era el extranjero que, acompañado de las
raíces de la tierra que le eran propias, iba a sentirme su amigo en las
andanzas. Desde entonces Guijuelo, con él,
era muchas cosas. Es posible que no tengamos vida tan larga para
acostumbrarnos a su ausencia.
Domingo, Doménico en “petit comité,”
está presente en nuestra memoria como un deportista. El fútbol de sus años
jóvenes que, en lo personal, estuvo llamado para lo grande y que causas ajenas
lo truncaron. No obstante, ahí estuvo ligado siempre al equipo de Guijuelo, en
todas sus categorías y en todos sus vaivenes. Y aún cuando jugaba el partido
más difícil de su vida, encontraba momentos para mostrarse amable, como
siempre, con jugadores y exjugadores, empleados del club, directivos,
periodistas....
Nunca irán a la zona del olvido aquellas pelotas que con el nuevo
reglamento de tenis, inventado por Doménico y Paco, se proclamaban buenas. Nunca quedará en
nuestro olvido el pundonor demostrado incrustándose en la valla, haciéndose añicos la rodilla, y acudiendo al trabajo con la misma fuerza e ilusión que al
juego. Las pistas cubiertas del invierno
y las del aire libre del verano son testigo de tus últimos alientos.
Si la vida es movimiento, nuestro amigo siempre demostró muy bien estar
vivo. Todo en la naturaleza le era propio. En nuestro recuerdo quedarán sus
idas a la montaña, cofundando la peña El Cogotón, que le llevó a instalar un
rudimentario remonte donde posteriormente se construyó La Covatilla. Si en las alturas tocaba el cielo con las
manos, por el río lo apresaba en compañía de sus inseparables amigos Paco y
Manolo construyendo las motópiras con las que navegaban por todos los
recovecos, haciendo fotos a la fauna y a la flora, preservando a la naturaleza de agresiones ajenas...
La naturaleza era su pasión. Nosotros, a título póstumo, lo nombramos ahora
hijo predilecto de la naturaleza. En nuestras memorias quedarán tatuadas
aquellas meriendas de los domingos de verano, en las que nuestro Doménico
actuaba de maestro de ceremonias coordinando y armonizando las tareas.
Imborrable será el último verano, cuando ya la enfermedad se adueñaba de él, y,
sin embargo, el gran deportista ganaba estoicamente el partido de la normalidad
escondiendo los gestos del dolor..
La huella de su vida se queda también con nosotros en la Pulga, peña en la
que conviven guijuelenses y adheridos de
todos los colores, condiciones y procedencias,
que, gracias al buen hacer de Doménico, las fiestas de agosto pasarán a la historia
como modelo de festejos para peñas.
Begoña nos decía que cuando vayamos al río tendremos la certeza que desde
cualquier parte estará con nosotros. El río queda como testigo de que Doménico
era su amigo. Él se ha ido, pero nos recordará su voz el cantar de los pájaros
y nos recordará su vida la exuberancia verde de la orilla. Y, en el pico
Cervero donde viven todavía sus ideas y pasiones, serán custodiadas por su sobrino Alfonso, heredero fiel de su
tío... Por no hacer mudanza en las costumbres, siempre tendremos una cita a la
una y media en la Taberna de Marian para leer las noticias de Guijuelo.
Y así podríamos estar glosando la figura de Doménico hasta el día del
juicio final a media tarde. Siempre le recordaremos como la persona que se
preocupó y estuvo pendiente mucho
mas de sus amigos, y de los que no lo eran tanto, que de sí
mismo. Y no olvidamos que, en el
Doménico que glosamos, siempre estuvo
presente la complicidad y apoyo de la compañera con la que compartió la
vida: María Jesús, que ha bregado y
luchado hasta la extenuación por revertir lo irreversible.
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