Corría el año 69 cuando unos
entusiastas del fútbol del pueblo decidieron constituir la U.D. Anna. En
aquella época, los domingos por la tarde, en los pueblos pequeños, no había
ningún entretenimiento que no fuese el de pegarse al televisor –los que lo
tuviesen- y ver el programa que emitía la mejor televisión de la época. Por
ello el campo se llenaba de personas de todas las edades que iban a ver y a
animar a los esforzados jugadores del equipo de su pueblo. Por ello ser del
equipo de tu pueblo era un orgullo para los jóvenes que nos gustaba jugar a
este deporte. Entre todos los que la directiva seleccionó para formar parte del
equipo destacaba un chaval que con tan sólo 16 años ya era “el ojito derecho”
de los directivos: Vicente García.
En aquella época la táctica era
la del “marcaje al hombre” a los defensas se les decía que tenían que seguir al
delantero a todas partes aunque se saliesen del campo, menos a uno al “libero”.
Éste no podía ser uno cualquiera ya que era el encargado de acudir allá donde
no llegase el defensa por ello al “libre” se le exigía que fuera un jugador muy
seguro en el despeje y que tuviese buena técnica para sacar el balón controlado
pero sobre todo se le pedía colocación para estar en el sitio. Para los
defensas del Anna jugar con Vicente era toda una tranquilidad ya que sabíamos
que si no llegábamos allí estaba él. Pero además Vicente tenía un salto que le
hacía superar a delanteros mucho más alto que él; además su salto era limpio,
nada de sacar los codos, como se ha puesto de moda últimamente, lo que le valió
no pocas veces tener que abandonar el campo con sangre en la nariz o en las
cejas, pero eso nunca le frenó en su impulsivo juego aéreo. De hecho, un año,
llegó de entrenador una persona del pueblo de la máxima rivalidad “el Chella” y
al disputar el derby hizo una revolución a mí de interior me pasó a lateral
–puesto que ya no abandoné- y a Vicente lo puso de delantero centro. El partido
finalizó con 7-1 y García marcó seis goles, casi todos de cabeza –el séptimo fue
de penalti, penalti que él no quiso tirar-de tal forma que el Anna además de
tener su pequeño Bekenbaur tenía también su Alexanco.
Vicente sólo jugó en el Anna a
pesar de las varias ofertas que tuvo de equipos de superior categoría y era que
a él el fútbol le gustaba para jugar en su pueblo y con sus amigos .Ni siquiera cuando sacó la oposición de maestro
y le destinaron a Tarrasa faltaba a la cita del partido, especialmente si éste
se jugaba en su pueblo, y tenía que coger después el coche para desplazarse con
Carmen a su destino de trabajo.
Y así hasta que un día, como
ahora, decidió que ya había llegado el momento de finalizar su etapa de jugador
de equipo competitivo y ya se dedicó a jugar con los amigos o a dedicar a
practicar otros deportes. Y es que la vida se compone de etapas y en todas
ellas existen momentos para disfrutar, encontrarlos forma parte de la felicidad
de las personas.
Ahora Vicente ha considerado que
ha llegado el momento de abandonar la etapa probablemente más larga de su vida:
la de la vida laboral de maestro de escuela. Estoy seguro que sabrá encontrar
otros alicientes y otros entretenimientos que también le den sentido y
felicidad.
Juan Hernández, miembro honorario del 69
Enrique Muñoz, del 69
Juan Hernández, miembro honorario del 69
Enrique Muñoz, del 69
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